30 Abr SEIN – Articulos de los participantes sobre en el encuentro en Bulgaria
Nada más aterrizar el domingo en Sofia nos esperábamos algo distinto a lo que vimos. Por los prejuicios que todos tenemos hacia lo desconocido esperábamos un país más pobre que el que conocimos durante nuestro viaje. Aunque el estado de las infraestructuras no fuera el mejor los espacios interiores son los que más en cuenta se tienen. Es una lástima no poder levantar la mirada del suelo todo lo deseado para no acabar en el hospital con un pie roto. Pese a ello, Bulgaria es un lugar que los españoles podemos calificar como barato si lo comparamos con nuestros precios en general. Durante los dos primeros días pudimos disfrutar de las calles de Sofia, donde la gente se presta a ayudarte en caso de verte un tanto perdido sin ni siquiera conocer tu idioma. Los lugares de interés de la ciudad se encuentran más o menos cerca unos de otros y no es necesario usar el transporte público. Algo muy a tener en cuenta es el cuidado de elegir bien los taxis, que por experiencia propia ahora sabemos que hay que tener mucho cuidado con las estafas. La tarde del lunes volvimos al aeropuerto a reunirnos con el grupo austriaco y emprender nuestro viaje a Stara Zagora, lugar donde tendría lugar el proyecto. Nuestra sorpresa fue enterarnos de que Avelina, una de las dos integrantes austriacas era española, y junto a ella y Renate partimos hacia Stara Zagora. Las tres horas de viaje se hicieron cortas gracias a ellas (y no al mal estado de las carreteras). A nuestra llegada, dejamos nuestro equipaje en la habitación y nos dispusimos a cenar en el restaurante del hotel antes de acostarnos.
A la mañana siguiente nos encontramos finalmente con el resto de participantes, con los que nos trasladamos a una sala de reuniones en la que pasaríamos toda la mañana. Podríamos decir que sirvió como presentación de lo que sería el proyecto. Cada uno de los participantes se presentó y explicó al resto en que consistían sus trabajos, la mayoría de ellos relacionados con la educación y en mayor o menor medida con la naturaleza. Allí nos visitaron profesoras de la universidad y la representante de una fundación de ayuda a las familias. Todas ellas nos explicaron como llevan a cabo sus trabajos. A la hora de la comida no fuimos más lejos que al restaurante situado en la planta baja del mismo edificio. Allí pudimos socializar más entre nosotros y conocernos de una manera más personal. Tuvimos además un primer contacto con la gastronomía búlgara, una de las cosas por las que ha valido la pena el viaje. Seguidamente volvimos a la sala de reuniones para concluir las presentaciones, y alrededor de una hora más tarde salimos hacia el centro de rehabilitación y cría de aves situado a las afueras de Stara Zagora. Casualmente el responsable del centro era de nacionalidad inglesa. Tanto le agradó Bulgaria en una estancia temporal que acabó decidiéndose a trasladarse allí de manera estable junto a su familia. Después de una explicación de las labores del centro visitamos las jaulas de las aves y accedimos al lugar donde se encuentran los pelícanos, con los que pudimos interactuar. El responsable nos explicó que en el centro recogen animales de todo el territorio búlgaro para intentar rehabilitarlos y reintroducirlos en sus hábitats. Desgraciadamente no todos tienen esa oportunidad, y los veterinarios junto con los voluntarios que acuden al centro se encargan de que las aves que son incapaces de vivir en libertad puedan sobrevivir en unas condiciones aceptables. Como anécdota tenemos que decir que nos resultó curioso encontrar a una chica española trabajando en el centro en un programa Erasmus, deben de ser pocos los españoles que visiten la zona ya que también ella se sorprendió de vernos. Tras la visita nos dispusimos a volver al hotel para descansar durante unas horas. A las siete y media de la tarde nos citamos de nuevo en el hall del hotel y juntos fuimos al restaurante de otro hotel a cenar.
Tras echar un vistazo al programa del miércoles sabíamos que se planteaba como un día largo a la vez que divertido. La visita a los Montes Balcanes comenzó con un pequeño paseo en la montaña donde el responsable de la escuela “Bagatur” nos contó cómo vivían los antiguos búlgaros en las montañas. Seguidamente fuimos a su escuela donde un grupo de monitores y aprendices nos esperaban. Sacaron réplicas de armas de la época que iban desde látigos hasta arcos y flechas, nos explicaron su utilidad y nos dispusimos a participar en sus actividades. Pasamos el día como niños, montando a caballo, tirando con arco, luchando con espadas y escudos (adaptadas para inexpertos como nosotros obviamente), comimos barbacoa e hicimos senderismo (extremo para los que sufrían de vértigo) junto a un riachuelo. Los responsables de la escuela se encargaron de explicarnos y hacernos vivir de primera mano cuales son las actividades que realizan con los niños que acuden a la escuela. Como punto final a excursión visitamos un monasterio cercano en el que nos contaron un poco de su historia y de cómo servía de refugio para los que escapaban de la ocupación turca en el país. Para concluir el día más ajetreado del proyecto volvimos a salir a cenar juntos, esta vez al restaurante “Forum”, llamado así por estar situado junto a un foro romano, una de las joyas de la ciudad y que ha sobrevivido en muy buen estado a las ocho veces que Stara Zagora ha sido destruida. Casualmente en la sala en la que nos encontrábamos las paredes pertenecían a una parte de esta construcción tan antigua. A pesar de ser el lugar más caro al que fuimos a comer, lo recordamos como la mejor noche de todas, en la que muchos de nosotros nos quedamos hasta tarde compartiendo momentos y risas.
El jueves por la mañana estábamos citados a las 10:45 de la mañana y desde el hotel fuimos en nuestro pequeño autobús hasta una guardería pública en la parte alta de la ciudad. Nada más cruzar la puerta un par de niños nos esperaban sujetando un gran bizcocho. Nos dieron una carpeta con los talleres que estaban realizando los niños y pudimos ver como realizaban sus trabajos, muchos de ellos al aire libre. Conforme íbamos avanzando veíamos niños de diferentes edades y es que en las escuelas infantiles búlgaras las edades están comprendidas entre los 3 y los 7 años. Casualmente ese día tenían una actividad con el jefe de la escuela “Bagatur” y nos explicó como trabajaba con los niños los dos días a la semana que acudía al centro. Más tarde nos mostraron las instalaciones, las aulas, la piscina climatizada, y los niños bailaron para nosotros. Mantuvimos un pequeño debate sobre la educación en nuestros países de origen y nos despedimos con muy buen sabor de boca. Algo que nos sorprendió mucho fue como con un presupuesto muy reducido consiguen ofertar una gran cantidad de actividades en las que se incluye una piscina climatizada, nos alegra que los niños tengan esas oportunidades desde tan pequeños y de una manera gratuita al tratarse de un centro público. La tarde la dedicamos al “turisteo” y después de una breve visita al museo de historia de la ciudad fuimos libres de dar una vuelta por las calles de Stara Zagora.
Volvimos al hotel a descansar y de nuevo a las 7:30 quedamos para salir a cenar fuera. Sabíamos que era nuestra última cena juntos y por ello quisimos disfrutarla al máximo. Hablamos de todo lo que habíamos vivido durante el proyecto y de intentar volver a vernos algún día. Nuestro taxi salía del hotel a las dos de la mañana pero no dudamos en quedarnos en la habitación del hotel compartiendo una botella de vino junto a los demás participantes hasta nuestra hora de salida. La despedida fue dura, y más lo es pensar que a mucha de aquella gente no vas a tener la oportunidad de volver a verla. A pesar de ello, nadie sabe lo que nos depara la vida y tenemos la esperanza de que nuestros caminos se vuelvan a cruzar algún día. Durante el proyecto hemos aprendido muchas cosas, pero nos llevamos un trocito de cada uno de ellos en la maleta. Muchas gracias a Renate, Avelina, Debs, Helen, Adrienne, Eva, Jana, Helena, Ales, Ekaterina y Christo por hacernos pasar una semana genial a vuestro lado.